A veces podemos vernos sorprendidos de lo que les gusta a nuestros hijos la palabra “no”. Para ellos es divertido y gratificante usarla. Nosotros somos los que se lo hemos enseñado. Sin embargo, como es de curioso que de la misma forma que les encanta usarla hacia nosotros, les encanta también ignorarla muchas veces cuando somos nosotros quienes se la decimos. ¿Y esto cómo es? ¿Tengo un hijo desobediente? Bueno, podría ser que a nuestro hijo no le gusten algunas de las cosas que le pedimos, pero eso no significa que sea un hijo desobediente. De hecho, que nuestros hijos no respondan a veces a nuestros “noes” no es nada extraño. Los niños pequeños, al igual que descubren las texturas, las emociones, las sensaciones, los afectos...también descubren los límites y explorarlos es sinónimo también de saber hasta dónde llegan. La palabra “no” es una palabra que designa un límite, que nos da información sobre qué cosa no queremos que la otra persona sobrepase. Es por eso que los niños también disfrutan de decírnosla a nosotros, esperando que tenga el mismo poder que nosotros esperamos que tenga en ellos. Sin embargo, muchas veces no pasa. La siguiente pregunta entonces es: ¿cuándo mi hijo se dé cuenta de la potencia de la palabra “no” y del límite que esta ejerce, como haré entonces para que me haga caso?
La respuesta es que realmente hay muchas formas de decir no y de conseguir que nuestros hijos entiendan un límite. De hecho, solo tener una alternativa para expresar lo que nos incomoda o no nos gusta, no nos ofrece muchas garantías de éxito. Asimismo, está demostrado que las personas funcionamos muy bien con el refuerzo positivo y que éste, ayuda a que ciertas conductas o comportamientos deseados se repitan. Un par de tips para conseguirlo:
Utilización del “no positivo”: consiste en validar lo que nuestro hijo quiere/necesita, pero anteponiendo lo que los adultos necesitamos que haga en ese momento. Ej: nuestro hijo quiere tomar una golosina, pero tendrá que ser después de la comida. Si le decimos que no, seguramente se desarrollará una rabieta. Si utilizamos la técnica del “no positivo” podríamos decirle algo como: “ah sí! Es una buena idea comer esa golosina justo después de terminar tu comida. Normalmente, resulta con una mayor aceptación de ese límite en el niño que la clásica técnica del “no” tradicional, ya que estamos validando sus necesidades y estructurándoles cómo, como adultos necesitamos que se desarrollen.
Decir lo que necesitamos que haga: también estamos acostumbrados a decirles a nuestros hijos con frecuencia lo que no queremos que hagan o lo que es inadecuado. Lo curioso es que es mucho más efectivo decirles lo que SI queremos que hagan. Si hacen lo que les pedimos, el comportamiento va acompañado de un refuerzo positivo o recompensa (besos, felicitaciones, premios, sonrisas…) que son mucho más potentes en la repetición de conductas que las consecuencias negativas. Ej: nuestro hijo está corriendo y auguramos que puede caer y hacerse daño. En vez de decirle “no corras”, podemos substituirlo por: “cariño, mamá/papá necesita que corras más despacio”. Normalmente lo hacen porqué la frase no incluye un no, y eso va seguido de un reforzador afectivo que hace que nuestro hijo siga escuchando lo que queramos que haga.
Ser breves y concisos: cuando ponemos un límite a nuestros hijos o les damos una negativa, necesitamos que entiendan que les queremos proteger de algo peligroso o enseñarles que algo es inadecuado. Para hacerlo bien y que realmente lo interioricen, debemos ser muy breves y pragmáticos. Máximo 10 palabras. Claro que queremos en entiendan el porqué de las cosas, pero cuando son muy pequeños, eso solo nos interesa a nosotros.
Asegurarnos de que el mensaje se recibe:utilizar preguntas como: ¿qué necesita mamá/papá que hagas? Después de haberles dado una instrucción breve, nos ayuda a asegurarnos que nos han oído y que el mensaje ha sido captado por el niño.
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